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En un principio el ateísmo era una religión como las demás. Los ateos adoraban al dios Ate, y como en todas las demás religiones tenían una Biblia, santos, Diez Mandamientos, Nuevo Testamento, 12 apóstoles, 7 Pecados Capitales... lo mismito que el cristianismo, el Islam o la Religión Romana. Igual.

Pero ocurrió que un día uno de los arzobispos fue al Papa y le dijo:

¿Es posible ver la cara de Ate?

Y el Papa, pobrecillo, le enseñó el retrato de Ate. Entonces el arzobispo vio la cara de Ate y se dio cuenta de que tenía unas orejas de soplillo tremendas. Y empezó a reírse a carcajadas. El Papa se asustó, y los que allí estaban. Pero se dieron cuenta de que efectivamente, la cara de Ate daba risa.

Entre carcajadas, el arzobispo preguntó de nuevo:

¿Pero no se puede cambiar esa cara, hombre?

Y el Papa consultó a los presentes, notables de la Iglesia Ateísta... finalmente concluyó: Pues va a ser que no

(este es el verdadero origen de la frase). Y todos estallaron en carcajadas. Hasta que el arzobispo dijo:

Joer, pues para creer en este dios mejor no creer en nada.

Y los demás se dieron cuenta de que tenía razón. Por eso, desde entonces, la atea es la única religión que no tiene dioses, y que incluso niega su existencia.